De niña Adriana Saravia escuchaba en su casa al Polaco Goyeneche y a Mercedes Sosa, es que su padre, que era escritor y muy lector, amaba el folklore como buen entrerriano. Nació en Buenos Aires y a sus seis años recaló con su familia en Olavarría. En la secundaria ya cantaba y con un compañero formaron una banda que tuvo un recorrido regional (llegaron a participar en un festival en La Plata).

Luego del secundario Adriana partió hacia Buenos Aires, con un país en plena apertura democrática. “Era una explosión de gente que necesitaba salir a decir cosas y yo cantaba en lugares de salsa, donde tocaban bandas de todo tipo - recuerda -. Con un pianista de Saladillo hacíamos de todo, temas del Cuchi Leguizamón, Stevie Wonder y Beatles, todo mezclado. Un poco más tarde también cante tango”.

En los 90, con el grupo La Cruz, ingresó a un circuito auspiciado por la Secretaría de Gobierno que estaba a cargo de Rodolfo García, el batero de Almendra. “Tocamos un montón, nos presentábamos junto a la Bersuit y Los Piojos que recién comenzaban - recuerda Adriana -, yo como mujer la llevaba bastante particular porque siempre existió un poder definitivo de los varones sobre la música nacionales y en el rock también, así que por ahí iba a tocar a lugares, recuerdo Espíritu, en la calle Córdoba, donde había una red y yo preguntaba para que era, y era porque tiraban cosas, por suerte nunca me pasó nada”.

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Adriana también comenzó a desarrollarse como docente en jardines de infantes, la experiencia de trabajar en los jardines y su inquietud musical devinieron y en un disco para niñas y niños, registrado en Estudios Panda. “Me cambió literalmente la vida desde una perspectiva bastante particular - cuenta -, para mí el rock ya venía pasando por una etapa difícil, también las condiciones de los lugares donde tocábamos”.

Ya en Olavarría y trabajando como docente en la Escuela de Música, dirigida por Eduardo “Chino” Correa, compartió experiencias con ensambles musicales, y de allí surgió Rockerísticas, integrado actualmente por Adriana en voces, Vivi Godoy en bajo, Ruth Angeletti en voz y saxo, Yanina Capponi en voz y violín, y Fernando “Mono” Caminada en batería.

“Se me ocurrió hacer un ensamble de música infantil de calidad, que tenga una variante rítmica latinoamericana, que haya un candombe, un festejo, un chamamé, una zamba, una chacarera, y por qué no un rock and roll, también incluimos nuestros temas. Desde 2018 que comenzamos hemos tenido unas cincuenta actuaciones”, explica Adriana.

“Desde el silencio” (2008) se llama el disco que Adriana Saravia grabó en Olavarría, acompañado de un seleccionado de músicas y músicos olavarrienses y azuleños, con un repertorio bellísimo: Leguizamón-Castilla-Lima Quintana (‘Maturana’, ‘Zamba del laurel’, ‘Corazonando’), Violeta Parra (‘Que he sacado con quererte’), Aníbal Sampayo (‘Río de pájaros’), Yabor (‘De vuelta por el barrio’), los Hermanos Nuñez (‘Agüita demorada’), “Turco” Ghiodi (‘Río Trinidad’), Los Arroyeños (‘La muerte del angelito’), y una versión de ‘Quedándote o yéndote’, de Spinetta.

“Tratamos que el disco sonara bastante particular desde la textura, que haya piano, voz, instrumentos acústicos. La experiencia fue muy linda, grabamos muchas canciones en la Escuela de Música, dónde Correa era el director, que fue mi acompañante durante mucho tiempo, que la verdad extraño un montón, y otras canciones en el estudio de Ernesto Carro”.

“Desde el silencio” fue considerado de Interés Municipal, y además, cuando Luis Alberto Spinetta visitó Olavarría y se lo nombró Ciudadano Ilustre, le entregaron un ejemplar del disco, aprovechando que hay una versión de ‘Quedándote o yéndote’. 

Adriana ya había tenido una experiencia linda con Spinetta porque el Flaco había sido jurado en un concurso de Yahama, que tenía como premio un viaje a Japón. La banda que integraba Adriana participó, pero no llegaron a la final. Todavía recuerda el apoyo que les brindó el Flaco; además, había trabajado como arregladora de voces en la productora Abraxas y en el estudio Del Cielito, y cada tanto se lo cruzaba a Spinetta en los pasillos.

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“Pude entregarle mi disco, y que se lo llevara. Este disco me llenó de emociones y sensaciones, y ahora que lo vuelvo a escuchar me llena de alegría haberlo transitado - dice Adriana -. Elegí canciones como ‘De vuelta por el barrio’ o ‘Zamba de laurel’ que hablan de un lugar de pertenencia, porque yo me crie en Olavarría, vine de muy chica de Buenos Aires y está mi adolescencia que volví a Buenos Aires. Mi infancia transcurrió acá en el verde, en el silencio, vivo en un barrio en frente de un terraplén y luego comienza el campo, así que era volver a ese silencio, volver a conectarme conmigo luego de años y años de músicas muy intensas y de trabajos con mucho ruido alrededor”.

Adriana Saravia construyó toda su obra musical en circuitos independientes, tanto en Buenos Aires como en Olavarría. Le preguntamos sobre el panorama actual de la cultura en general: “Realmente es muy duro el momento que estamos transitando desde la cultura - contesta -. Yo estoy en una agrupación que se llama Unidos por la Cultura y estamos teniendo asambleas desde que comenzó lo del DNU y la Ley Ómnibus. Estuve cantando el 24 de marzo, convocada como en cada año por la Comisión de la Memoria y diciendo presente porque creo que es un momento para no callarse, no dejar que se lleven puesto todos los derechos que la cultura logró después de años de trabajo. Los músicos y los artistas independientes necesitamos un apoyo para poder existir, no todo tiene que ser la película que traen desde afuera con la cual a nivel mercado no se puede competir, no todo es eso. Hay que estar ahí bancando con el cuerpo”.

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