martes 30 de abril de 2024

OPINIÓN

Agrietados, la historia de un país que tiene a los papás separados

El periodista bolivarense, Marcelo 'Pillo' Chillón, convoca a leer lo que la sociedad ha manifestado en el balotaje presidencial y, sobre todo, ser críticos con las ofertas electorales, a las que consideró "poco menos que dignas de un reality show".

Agrietados, la historia de un país que tiene a los papás separados
lunes 27 de noviembre de 2023

Argentina es un país con los padres separados en malos términos. Los pibes escuchan gritos, discusiones, culpas, pueden pasar días sin bañarse y nadie lo notará, el desorden gana lugar, y termina por naturalizarse por la crisis, la distracción emocional y las ocupaciones de los progenitores; hasta se han olvidado de la necesidad de comer.

El gobierno de Alberto Fernández ha sido el de la nada, salvo, sí, el de contar con la oposición más feroz que haya tenido un presidente desde la época de Alfonsín. La salvedad es que la oposición vino desde su propio gobierno, con Cristina Fernández, su vice, y el espacio político que ella dirige. Quizás aquí una de los primeros argumentos que explican la llegada de Javier Milei al poder.

Lo peor ocurre cuando una mañana, mamá y papá, obligan a decidir a quién se quiere más, y hay que elegir. Así vamos creciendo, formando nuestra estructura psicológica entre nuestros referentes, que -mutuamente, nos queman la cabeza uno contra el otro. “La culpa la tiene el tío Mauricio, ¡ya ven el desastre que nos dejó!”. “Es tu hermana la que mete cizaña, nunca nos quiso y ahora nos pretende destruir!”. “Alberto, si sos alguien en la vida es porque yo te di todo para que lo seas”… y así van pasando los días, meses y años. Y la casa empieza a tener filtraciones, el vidrio roto ya no se repara, a la mesa de patas flojas le hemos perdido la maderita para encontrar el equilibrio, el abuelo apaciguador ya no está entre nosotros y fuimos perdiendo la esperanza.

A 40 años de la recuperación democrática, tenemos una gran ausencia dirigencial, sea por una característica de lo tardomoderno, la economía, las distracciones, la sucesión de hechos, el aturdimiento de los medios, la inmediatez de las redes, todo ha conducido a un corrimiento de la escena política. En cualquiera de los escenarios que pretendamos revisar, las imágenes negativas serán muy superiores a los modelos a copiar y/o reproducir.

Nos ha embrutecido la tele y sus sucesivos momentos de escándalos, la tiranía del me gusta nos impulsa a quedar bien con aquellos que entraron en mi algoritmo, las redes sociales generan contenidos cada vez más livianos y vistosos, o por el contrario, viscerales y agresivos. Nos vamos juntando entre quienes “nos gustamos” y diferenciándonos, excluyéndonos, de aquél que es otro y diferente, y por lo tanto un despreciable, erróneo e irracional.

Por el contrario, es lo diferente lo que nos debe hacer reconsiderar nuestra posición. No hay aprendizaje desde la comodidad, no crecemos sin la desconfianza a los pensamientos establecidos, no hay más que dogmas en aquello incuestionable y obediente. Y la política, actualmente, se está convirtiendo en una cuestión de fe, creemos en discursos, argumentos y personas sin posibilidad de crítica. En otro sentido, aquellos que piensan distintos, son descalificados, desoídos, negados… anulados.

 

 

Sergio Massa rompió el manual del político. Atravesó casi todos los estadios, partidos y posiciones, que se contradicen sin ningún tapujo y atisbo de arrepentimiento ni revisión. Con todo eso, volvió a romper las lógicas de la política tradicional para asumir como ministro de Economía de un gobierno destinado al olvido, y se transformó en ministro-candidato contra toda predicción. El hombre miró las cartas, tenía un 4 de copas, el 1 y el 3 de bastos, suficientes datos para mentir fuerte en una partida de sobremesa. Supo jugar las cartas, embarulló la mesa, gritó un poco más que el otro, pidió unos porotos prestados, dejó caer alguno de más y entró a un balotaje que, al menos, estuvo a nada de gran azaña.

 

 

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Del otro lado el ganador, el chico rubio de ojos claros, pelos revueltos y gritón. Javier Milei entró al mundo de la política como un adolescente malcriado, lo hizo como showman de los programas “serios” de los canales tradicionales, explotó a gusto las redes sociales y no se privó de decir todo aquello que se le venga a la boca sin vergüenza ni responsabilidad. Entró al juego, metió un par de goles casi casuales, más por los problemas de vestuario del contrario que por capacidad y calidad propia. Pasó a cuartos porque el otro equipo presentó un plantel alternativo. Llegó a finales tratando de darse cuenta cómo estaba llegando, y que ahora sí, había que entrenar, cuidarse y hacer la concentración como se debe. Todavía está dándose cuenta que aún no ha definido muchas de las correcciones que ha ido realizando sobre las enmiendas y desdichos en los que ha venido revisando. Ya no es el pibe random de las redes.

¿Qué o cuál es el Milei que asumirá el 10 de diciembre? Hasta ahora es un hombre que ha pasado del grito y la declamación fácil a alguien que ha tratado de desdecir lo que existe en sus archivos. No está muy claro qué, cómo y a cuánto quiere lo que no sabe que quiere. Si es el anticasta que decía ser o se chocó de frente con el fragmento de Juntos que le llegó con Macri y Bullrich, una señora que bien puede catalogar como parte de eso que tanto denosta.

 

 

Es un personaje que me ha bloqueado en X (Twitter) por preguntarle cómo va a llevar adelante un proyecto de país que no existe en ningún otro lado del planeta. Milita a Thatcher y Reagan, dos modelos de políticos que son severamente criticados en sus respectivos países por sus malos gobiernos.

Pregona el mercado y denosta al Estado. Aquí Massa, Alberto Fernández y Cristina Fernández se la han hecho fácil. La sucesión de hechos de la mala política en las últimas décadas es tan abrumadora que escándalos como la Ferrari de Menem, la Banelco de De la Rúa parecen naif a la altura de cualquiera de los ocurridos en los últimos años: Insaurralde, Chocolate (del cual nadie puede levantar mucha espuma), Olivosgate, Skanka y un eterno etc. Aquí no analizaremos la deuda de los tres últimos gobiernos, lo que requeriría un extenso desarrollo explícito, pero sí para tenerlos en cuenta.

 

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¿Por dónde irá la idea del mercado planteada por Milei? Del decir fácil y liviano a la práctica hay diferencias. Lo que el presidente electo ha dicho es muy liviano. Ni Argentina fue la potencia que él dice durante la Generación del 80, y sí fue uno de los modelos políticos más excluyentes y desiguales de la historia. Tampoco el capitalismo inocente y simpático del que habla, no existe en el mundo lleno de trabas, negociados, aranceles y arreglos bi/multilaterales; nada queda librado al libre mercado. La injusticia y desigualdad, tampoco. Justamente EEUU es uno de los supuestos modelos del presidente, pero, también es uno de los más protegidos. El sueño americano es de ellos, solamente para ellos.

Por último queda recordar el conjunto de enojos que le dan unos meses de aire al presidente electo y que la política no ha podido resolver: deuda, escándalos, irregularidades en la práctica republicana, pobreza, delincuencia, descrédito educativo, emisión, inflación, déficit (en un abanico muy amplio). ¡El oficialismo ha militado el ajuste y la pobreza! Entiendo, humildemente, que hemos naturalizado los malos gobiernos, pero no que el peronismo vuelva ser activista de lo que ocurrió con Menem y con Duhalde.

 

 

No me gusta política e ideológicamente cómo hemos llegado a las elecciones. Patricia Bullrich era el pato rengo para perder una carrera, y no lo entendieron. Massa estaba muy quemado antes de largar, y su crecimiento lo hace hazaña. Y, en un escenario de oscuridad, Milei llegó a instalarse como alguien que no tenía que ver con la política, una suerte de mesías que cae en el centro de un cambio de paradigma que gira a la derecha. Tenía todas las de ganar.

Queda el rol opositor. Y el nuestro como sociedad. Ya no hay margen para extremos, para gritos, puños cerrados y desoír al distinto. Si no nos sentamos a discutir consensos, esto seguirá cada vez peor. Es momento de hacer una autocrítica, con lo que hemos hecho y lo que no. Somos responsables.

Hay que leer lo que la sociedad nos ha dicho, pero mucho más profundo, ser muy críticos con las ofertas electorales a las que hemos llegado, poco menos que dignas de un reality show. Yo quiero elegir entre malbec o red blend, no quiero que me obliguen a optar en dualismos que se anulan entre sí, me gustan Messi y Maradona, no uno contra el otro. Hoy somos -solamente- adherentes a un lado de la grieta, que se anula y no construye. Las mayorías somos los del medio, los críticos, los que decidimos elecciones, los que tenemos libertad para optar. Somos más, pero desorganizados. Lo de hoy, es consecuencia del pasado inmediato. Y hay responsables.

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