jueves 28 de marzo de 2024

SIN FRONTERAS

Chakatronic, el nuevo proyecto musical de Ruper Palavecino

Es músico, también docente y brinda clases en Pehuajó (La casa del viento), y en Salazar (Estudio Living). También lo hizo en Bolívar.

Chakatronic, el nuevo proyecto musical de Ruper Palavecino

“La chacarera viene del Perú, el ritmo es africano, y llega a Atamisqui, uno de los pueblos más antiguos de Santiago del Estero. Llega con esa gente que venía de Perú trayendo su cultura, su mística y sus leyendas. De ahí nace el ritmo de la chacarera con el bombo legüero, que era un instrumento que lo usaban en el monte para comunicarse. La palabra chacarera es todo lo que encierra la cultura de la gente de monte, mi abuelo nació allí. Pero si bien Santiago del Estero es uno solo, encontramos muchas diferencias entre el santiagueño de capital, el bandeño, y el santiagueño de monte. Yo soy muy fanático de la gente de pueblo de Santiago; allí pude descubrir realmente lo que es la chacarera, y a qué le están cantando. Allá la paloma se llama urpila, hay un ave que se llama atajaminos, cada animalito tiene su leyenda como el crespín, el kakuy, o el almamula. Todo eso encierra lo que es la chacarera: la forma de hablar, el quechua, la rítmica del bombo con sangre africana, la mitología y las leyendas, como la de la Telesita”.

El que nos habla de la chacarera es Ruper Palavecino, nació en Trenque Lauquen y vivió su niñez y parte de su adolescencia en Salazar. A los cinco años se acercó al bombo como jugando, mandado por la herencia musical de los montes de Herrera, en Santiago del Estero. Gracias a la formación en su casa, y a un profesor de Daireaux, el ñino Ruper ya podía leer música a sus diez años.

“Nací rodeado de música, al lado de mi casa está el ranchito de mis abuelos donde se hacían los primeros encuentros, y ahora en mi patio seguimos con esos encuentros hermosos - cuenta Ruper -. A mis catorce años en Salazar armamos un grupo de rock que se llamaba Ángeles, llegamos a ese nombre porque ensayábamos al lado de la iglesia de Salazar siempre al horario del atardecer donde se reza el Ángelus. La banda estaba formada por Martín Jonte en batería, que actualmente tiene una banda tributo Iron Maiden en Buenos Aires, Diego Herrero en bajo, Pablo Pichetto, que es profesor del violín, trabaja en la Orquesta Escuela de Trenque Lauquen, y yo en guitarra y voz. Hacíamos rock nacional e internacional influenciados por bandas de los 70. Así comenzamos a jugar un poco con la música”.

 

 

En el joven Ruper también estaba muy presente Queen: “era muy fanático de Freddy Mercury”, dice; también Pink Floyd: “una banda que me marcó tremendamente en la producción, en la imagen y toda la parte del armado”, acota. El rock más duro también estaba entre sus gustos: Black Sabbath, Led Zeppelin y Deep Purple; y de estos pagos, le hacían soñar: Luis Alberto Spinetta, Pappo, Charly García y Gustavo Cerati. También abrevaba de las fuentes del blues (Eric Clapton y B.B. King), el jazz y la bossa nova. 

Pero siempre, siempre, Ruper porta orgulloso su adn folklórico: “Me di cuenta que de chico me daba cierta cosa hablar de Atahualpa Yupanqui, no sé si era por el ambiente o qué, pero con mis amigos no hablamos mucho de folklore - confiesa -. Tengo muchas influencias de artistas folclóricos que me marcaron tremendamente, muchos artistas jóvenes de Santiago del Estero, también música cuyana y del litoral, y muchos poetas y músicos que tenemos en esta zona que hacen cosas muy bellas. Ahora, a mis cuarenta y cinco años recién cumplidos, decidí volver a mi raíz, volver a lo que hacía jugando cuando era chico: el folklore, influenciado con los otros géneros, con ese empuje de escribir lo que siento, de contar lo que estoy viviendo, lo que me pasa a mí y después recurrir a poesías o músicas de autores que hablan algo parecido”.

Ruper es músico, también es docente. Brinda clases en Pehuajó (La casa del viento), y en Salazar (Estudio Living), también lo hizo en Bolívar; y cómo músico cada tanto visita nuestra ciudad y otras de la provincia. “Lo que deseo es poder seguir escribiendo contando mis historias. La música es un complemento de la vida. Viajo mucho con la guitarra: a dedo, en micro, en combi o como sea. Soy un trashumante, a veces me traslado caminando de un lugar a otro, en cualquier horario del día, en cualquier estación de del año. Todo eso me inspira, el sacrificio que da ganar una monedita para vivir de la música, comprar algún instrumento nuevo, y sobre todo poder contar tu historia, que es lo que más me importa. ontar lo que vivo con mi familia, con mis amigos, las enseñanzas que recibo. Soy muy observador y trato de aprender de las personas, no tiene que ser un filósofo o un universitario, a veces uno aprende mucho de las personas, de las pequeñas cosas de la vida, como esa frase que dice no es lo mismo sabiduría que conocimiento. Y así vamos, acompañado de algún amigo, con alguna compañera o a veces solo. Ya estoy caminando nuevamente, presentando mis nuevas canciones, este año tengo el deseo de grabar, para tener por lo menos cinco canciones bien grabaditas, invitar a algunos músicos amigos de la zona a participar en mis canciones y compartirlas”.

 

 

Dice Ruper que hay que estudiar, pero no perder el fuego interior conservar esa intuición que nos guía: “El lenguaje que desarrollé musicalmente por el estudio es bellísimo porque me permite entender la música. Cuando escucho una grabación analizo el bajo, por dónde va la batería, la rítmica de la percusión, que conducciones melódicas y armónicas están haciendo Eso es entender un poco la cuestión musical, la parte analítica de la música. Pero nunca hay que perder lo intuitivo que es lo más bello en todo. En un momento de mi etapa de estudio pensé que estaba perdiendo eso, y es el día de hoy que compongo de forma intuitiva, si bien a veces hago algunos análisis para refinar la cuestión, darle un poco más de estatus, mis canciones nacen de cosas intuitivas, no deseo volar con quince acordes, prefiero ir más a lo sencillito y que me suene a mí y cómo soy yo, en este caminito, en este recorrido”.

El flamante proyecto musical de Ruper Palavecino es Chakatronic, una ingeniosa manera de hermanar la tecnología con la tradición. “Chakatronic es una palabra que inventé una noche tocando en mi casa, buscando efectos en los pedales de la guitarra. Gracias a la tecnología que fui aprendiendo tocando rock, viendo el uso de los pedales y sus efectos, me di cuenta que esas herramientas me daba la posibilidad de hacer otro tipo de música. A todas esas informaciones las adapté una música más de la tierra como es el folklore, un día hice una ensaladita con todas estas historias y salió una chacarera con algo electrónico. Entonces me gustó y ahí nació la palabra Chakatronic, que la llevo siempre como un referente que engloba lo que hago”.

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